jueves, 23 de junio de 2011

Anécdotas

Ayer llegando muerta a casa de trabajar, me encontré los ánimos un poco raros. Mi madre me hacía gestos para que me callara y lo primero que pensé fue, dios, que habré hecho ahora. Mi hermano de veintisiete años estaba con los ojos vidriosos, según me enteré después, se había encontrado en el acuario un pececillo panza arriba. La situación me pareció un poco cómica ya que por la mañana yo y mi madre habíamos estado diciéndole de todo al pez porque los últimos días no hacía más que morder y encorrer a Valentín (el pez, bueno el truchón en el que se ha convertido, mi regalo de san Valentín. Gracias Viki). Mi madre le perseguía con la red “superamenazante” mientras le decía, si no te portas bien te separaré eh. Yo sólo le llamaba cabrón dándole golpecitos en el cristal, a mi balleno no le hace daño nadie. Creo que mi madre todavía tiene remordimientos de conciencia.

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