lunes, 15 de febrero de 2010

Y sus intenciones se teletransportaron de una forma irrevocable, ¿A dónde? No lo sabe. Se despide del cierzo y de las corazonadas instantáneas, ya habrá tiempo para edulcorar el día de san Valentín con su mejor amiga en aquella cafetería que nunca fotografió y que siempre le recordó a París, aquel lugar donde el bombón matutino, se perdía entre las milimetradas letras de sus apuntes hasta que él aparecía por la puerta sonriéndola y hablándola sin palabras. Esa magia revelada entre ecos de voces lejanas de personas ajenas te abandonó junto a tu inocencia el día en el que “descubriste” que los Reyes Magos no existían. Y no sirve de nada fusilar tu orgullo cuando no va a implicar un cambio direccional tangente a tu densa y macerada personalidad.

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