sábado, 22 de enero de 2011

Disfrazaste tus objetivos

Lo intuí pero no lo sabía, por lo menos, no como ahora, y no fue un shock producido por esa irritante melodía de nokia, ni porque yo siempre coja el móvil cuando estoy durmiendo o porque tú te hubieses tomado dos copas de más. De tu boca salieron minuciosamente esas palabras calculadas, en mis oídos reverberó lo que nunca nadie se había atrevido a decirme, y sinceramente, no sé si tu intención era hundirme, pero lo hiciste. No reaccioné, no me puse a gritarte cómo hacía siempre, sólo lloré de rabia, lloré cuando me diste dónde más me dolía, me metiste el dedo en la herida y la retorciste, sin importarte si me escocía. Y me quedé ahí, sintiéndome insignificante e impotente.

La última vez, no me atreví a descolgar, no sabía si tu llamada pretendía tener el mismo efecto, si sigues queriendo irritarme como haces siempre, sacarme de mis casillas y que yo me ponga a gritar hasta que no pueda más, discutir, discutir, discutir, que tu me digas gilipollas y yo te lo suelte más fuerte,o simplemente, querías rescatar una sonrisa.

Me gusta discutir, pero no siempre, aunque la irrevocabilidad exista.

No hay comentarios: